Si hay una historia bonita, en todo el sentido de la palabra, es la del nacimiento del Slow Food. Quizás ya conozcas el término, solo te suene o, inclusive, hayas tenido la oportunidad de visitar alguno de los locales cuya promesa es insertar su propuesta gastronómica en este movimiento. Lo cierto es que, lo que ha empezado como una iniciativa dirigida al sector agrícola y de la restauración, ha terminado consolidándose como un verdadero estilo de vida.
Slow Fashion, Slow Cosmética, Slow Cities… cada vez hay más sectores que se suman a este enfoque, que propone que nos planteemos nuevamente el ritmo en el que nos movemos, trabajamos y vivimos en la actualidad. Pero la propuesta no va solo de reducir la cantidad de actividades para poder concentrarnos mejor en el tiempo presente -y, por tanto, subir la calidad de lo que hacemos, a la par que reducimos nuestro estrés-, sino que también repercute en la sostenibilidad, el medioambiente, la responsabilidad social y el cuidado de la economía local. En definitiva, una verdadera filosofía que ha sido definida como Slow Life.
Orígenes del Slow Food
Todo empezó cuando Carlo Petrini, originario de Bra, una ciudad de la región de Piamonte, en el norte de Italia, protestó en 1986 por la apertura de un McDonald’s en el corazón de Roma. Para explicar la impresión que debieron tener Carlo y su grupo de amigos (y también activistas) ante tal acontecimiento, os ponemos en contexto: el Fast Food propone un estilo de vida cónsono con la falta de tiempo de la modernidad.
El puebo italiano se ha esmerado en conservar y defender su propia gastronomía a lo largo de la historia. La cocina italiana, al igual que la de otros países que han otorgado a sus platos tradicionales el protagonismo que se merece dentro de su cultura, requiere de tiempo y dedicación. Cuidar los ingredientes y los procesos. Por ello, un modelo como el del Fast Food podría definirse casi como opuesto al enfoque italiano.
La declaración de intenciones que se presentó en ese momento fue la de fundar un “movimiento para la protección y el derecho al placer”, una especie de antídoto contra la “locura universal” de la “vida rápida” y “contra aquellos, y son los más, que confunden eficiencia con el frenesí”.
Desde entonces, los que lo conforman se han propuesto salvaguardar la biodiversidad y las tradiciones, enfocándose en la educación de las personas respecto a una alimentación saludable. El proyecto se ha expandido con la organización del “Salone del Gusto y Terra Madre”, el mayor evento internacional dedicado a la alimentación, y la fundación de la Universidad de Ciencias Gastronómicas. Y cada vez involucra a más personas alrededor del mundo.
Restaurantes Slow Food
Para conocer locales y restaurantes adheridos al Slow Food, puedes buscarlos en tu ciudad como restaurantes KM0, que es una denominación en restauración para establecimientos que ofrecen productos de la zona y sostenibles -entre otras garantías-, o ubicar el movimiento en tu territorio. Dos ejemplos son Slow Food Madrid y Slow Food Barcelona.
Restaurante Arrels: Slow Food en Barcelona
En BelAir hemos querido conocer más sobre este estilo de vida, y para ello hemos hablado con Oriol Ros, el propietario y chef del restaurante Arrels, ubicado en Barcelona, sobre la propuesta su local.
BelAir. Cuéntanos qué os ha motivado a uniros al Slow Food.
Oriol Ros. Trabajamos con el movimiento Slow Food para ofrecer una gastronomía sostenible y arraigada a nuestro territorio. Apostamos por productos de KM0 como compromiso con nuestros productores y así promover el comercio de proximidad y valorar el trabajo que hacen.
Cuando viajas a algún sitio, la gran mayoría de veces también te gusta probar cosas nuevas o típicas del lugar. Nosotros creemos que trabajar así nos permite enseñar a nuestros clientes algunos platos de la cocina local, a la vez que damos valor al producto que utilizamos y, además, si nos lo pueden traer de al lado de casa, mejor.
Así, trabajamos con productos de temporada y proximidad para ofrecer a nuestros clientes una cocina fresca y actual. Esto hace que nuestros comensales se implican cada vez más en empezar a trabajar con estos productos en sus propias casas. Nos preguntan sobre el producto, nos piden consejos, recetas,… Incluso descubren algún producto que a lo mejor no conocían… Hay varios productores que están empezando a trabajar para recuperar variedades que antiguamente se habían cultivado y que con el paso del tiempo se habían perdido.
BA. ¿Cuáles son vuestros objetivos?
OR. Creemos que las grandes superficies han hecho mucho daño a pequeños productores y ramaderos, payeses… Una forma de darles salida a sus productos y valorarlos es que la gente los conozca a través de la cocina. Y, al final, con estos productos, a parte de ayudar al pequeño productor, estarás consumiendo alimentos más saludables, sin tantos aditivos y mucho más frescos.
Al fin y al cabo es muy sencillo… Puedes comprar un pepino que viene de Holanda, que lleva una semana cojido, mas otra en las cámaras del supermercado y al que le han puesto pesticidas y aditivos, o un pepino que ha sido cultivado al lado de tu casa y que el mismo día que lo cojen lo tienes en la nevera de tu casa.
BA. ¿Cuál es uno de los platos que más piden en Arrels?
OR. A los clientes les gustan mucho los arroces. Dan mucho juego, porque puedes hacerlos de muchísimas cosas. Incluso, con el arroz, usamos una variedad que producen en el Delta del Ebro y es espectacular. Podemos hacerlos de carne, pescado, verduras… Así jugamos con los diferentes productos y la temporada en la que estemos.
My Fucking Restaurant
También pudimos conversar con Matteo Bertozzi, chef y dueño de My Fucking Restaurant, otro establecimiento en Barcelona con una oferta en línea con el Slow Food.
BelAir. ¿Cómo surge tu interés por el Slow Food?
Matteo Bertozzi. Siendo un chef italiano, llevo el Slow Food metido en la sangre. Nos educaron para trabajar con materias primas de proximidad y considero Barcelona mi casa. Por esto, el movimiento Slow Food me ayuda, a través de mi restaurante, a comprometerme cada día más con el medioambiente.
Lo que valoro más de este movimiento es la búsqueda del producto. Vas conociendo la historia del productor, su forma de trabajar y de cuidar el producto hasta llegar a un resultado final de extrema calidad, sin olvidar que, en muchos casos, se consolida una buena amistad con nuestros proveedores.
Nuestros comensales valoran la posibilidad de comer unas materias primas cuidadas, que van cambiando según la temporada. Suelen enamorarse de nuestro Onglet ecológico de Girona, ahumado en la mesa.
Cada Día Bio, productos de proximidad en Madrid
Además de restaurantes, el Slow Food involucra a productores, tiendas y activistas en general. Por ello, también hablamos con Agnieszka quien, junto a su marido Javier, regenta la tienda Cada Día Bio, situada en Madrid.
BelAir. Cuéntanos cómo surgió vuestro proyecto.
Agnieszka. Fundamos la tienda hace 8 años, impulsados por una experiencia personal que transformó nuestra vida en muchos aspectos. Debido a un problema de salud de nuestro hijo, primero cambiamos su manera de alimentarse y empezamos a informarnos y leer mucho sobre la ecología, la sostenibilidad, la medicina holística, etc.
Viendo unos resultados espectaculares a nivel de su salud, empezamos a cuestionarnos nuestra manera de vivir y alimentarnos… Y así surgió Cada Día Bio.
Hoy en día, creo que nuestros clientes valoran mucho el hecho de que conocemos muy bien nuestros proveedores, que en muchos casos son pequeños productores. Eso les da la garantía de saber de dónde vienen sus alimentos. Nos permite también ofrecerles una calidad óptima en una gran variedad de productos y apostar por la producción local y artesanal. Nuestros clientes valoran también el trato cercano que tenemos con ellos, conocer la procedencia de los productos, saber cómo y dónde se cultivan y elaboran.
Como hemos visto, no cabe duda de que el Slow Food es todo un estilo de vida. ¿Conocías este movimiento? ¿Lo practicas? ¡Cuéntanos en nuestras redes sociales cuáles son tus restaurantes y tiendas de referencia en este sentido!